En este libro, la autora transmite cómo llega la especie humana a parecerse tanto a los lobos y la conexión que podemos llegar a sentir hacia ellos y hacia la naturaleza. Además, también podemos sacar un gran aprendizaje sobre nuestros compañeros caninos. A pesar de que los perros no son lobos, éstos tienen mucho en común y este libro nos permite darnos cuenta de cuántas capacidades pueden llegar a tener los perros y de cómo con nuestras intervenciones y control, no dejamos que las lleguen a desarrollar. Los hemos convertido en animales que dependen de nosotros para casi todo, no pueden salir a pasear cuando les apetece ni formar sus propios grupos de perros, en muchos casos tampoco se les permite buscar comida por la calle, como harían por su instinto, ni relacionarse con su entorno de forma autónoma. En definitiva, les hemos ido restando libertades y esto no permite que puedan llegar a desarrollar todo su potencial como especie. Este libro nos permite darnos cuenta, haciendo la similitud con los lobos, de cómo los perros pueden formar sus propios grupos, aprender de los miembros más maduros y con más experiencia, permitir las interacciones sin control, cuidarse entre ellos, confiar en las decisiones de cada individuo y en sus propias capacidades.